Le damos la bienvenida al batey virtual que nos pertenece a todos quienes estamos interesados en el tema de los pueblos que habitaron las Antillas antes de la llegada de los europeos. Entre esos pueblos, estaremos investigando mayormente —aunque no exclusivamente— uno que se llamó a sí mismo con el nombre de taíno.
El pueblo taíno desarrolló una cultura que se extendió desde el archipiélago boricua hasta el este de Cuba, asentándose en La Española, y expandiéndose hacia Las Bahamas al norte, por el sur hasta Jamaica, y muy probablemente se extendió hacia el este ocupando algunas Antillas Menores, como Saba.
Este batey virtual lleva el nombre de Proyecto Taíno. Su nombre indica que se trata de un trabajo que comienza a tomar forma con las aportaciones de varios participantes… pero que continuará creciendo y evolucionando al integrarse activamente otras personas. En este batey no hay caciques. Enfatizamos el carácter abierto y comunal que también fue parte de muchas culturas precolombinas en el hemisferio.
Estarán publicando inicialmente cinco personas, pasionalmente comprometidas con el proyecto, especialmente en su dimensión pedagógica. ¿De qué otra manera interpretar su disposición a invertir voluntariamente horas de su tiempo en los planes que le dieron forma, y en los artículos que estarán publicando? Emplean los seudónimos de Anacaona, Cojoba, Kanibá, Sibuco, y Yucayeque.
Anacaona camina por la selva antillana, como debió haber sido en las épocas precolombinas, se deleita en su flora y en su fauna, y persigue destapar algunos de los secretos medicinales, nutritivos y tóxicos de las plantas y los animales que nos presenta. Disfruta de los ríos cristalinos que descienden de las montañas, y llegan a unas costas prístinas y ebullentes de vida marina y costera. Indaga sobre la posibilidad de una agricultura y una pesca sustentable que pueda nutrir al pueblo boricua, y le permita romper sus cadenas de dependencia —y vulnerabilidad— alimentarias.
Cojoba rebusca en todos los rincones de nuestra sociedad antillana contemporánea para levantar interrogantes, y promover debates vivos sobre temas de la actualidad: la vitalidad actual del indigenismo caribeño, y en particular, boricua. Escucha atentamente a las controversias teóricas dentro de los marcos de la arqueología y la antropología antillana, y las trae a nuestra atención de una manera chispeante y provocadora. La arqueología, en particular, más allá de los debates teóricos y científicos que nos trae Cojobá, suscita múltiples contradicciones en las áreas donde se entrecruzan con la política, con los intereses corporativos y la corrupción burocrática, todos temas que se asoman en los artículos de Cojoba.
Kanibá tira su mira a todo el archipiélago antillano, y a las regiones de América que se entrelazaban con los desarrollos económicos y sociales del Caribe y de los mares del Atlántico y del Golfo. Su interés particular sigue las líneas migratorias de las diferentes culturas que poblaron las islas, pero también los vínculos comerciales y culturales que tejían una red de transporte marítimo a través del archipielago y más allá. Los antillanos eran pueblos que exhibieron un fuerte componente marítimo, para el cual, parafraseando a José Martí siglos más tarde, no habían aguas que separaran —más bien las unían— las islas del universo antillano.
Sibuco concentra su mirada en los asuntos materiales de la existencia social en las islas, y de la viabilidad, comenzando con escasos recursos, de ir asentando una vida económica, política y cultural en conjunto. Su interés fundamental es la base económica de las sociedades antillanas, su agricultura y su pesca, desde las excursiones de recolección y caza de las bandas nómadas que comenzaron a poblar el archipiélago, hasta las grandes sociedades cacicales, con sus estratificaciones y jerarquías, que llegaron a elaborar una estética única y brillante.
Yucayeque comienza, pudiéramos decirlo, donde Sibuco concluye. Su material de presentación y discusión es precisamente la creación cultural —la magia poética de su mitología y sus rituales— cuyas muestras han llegado a nuestros días en piezas cuya belleza es inigualable. La mitología, la religión, la cosmología, y su acompañante astronómico, se tejían en un complejo poético de creencias que sumergían a la sociedad en un mundo espiritual y ritual, inseparable de las actividades económicas, políticas y militares. Los pocos artefactos hallados, que no nos han sido extraidos o desaparecidos para siempre de nuestro disfrute y entendimiento, dejan un rastro poderoso de lo que fue una cultura joven y vigorosa que se hallaba en proceso de consolidación. Las crónicas de los conquistadores nos preservaron, con grandes imperfecciones, el universo mitológico de estos antepasados. La música, el baile y los secretos profundos de esta gente del mar y de la montaña, han desaparecido para siempre.
Se les dará la bienvenida a otros contribuyentes y participantes activos que quieran compartir sus conocimientos con la comunidad que se irá agregando al proyecto. El único denominador común que debe predominar —además de una conducta de respeto comunal— es el interés auténtico en las raíces de los pueblos antillanos.
El batey está abierto. ¡Qué comience el areyto!
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