La comunidad taína desarrollada, muy parecida a la que “descubren” los europeos, funciona en base a una división de trabajo relativamente compleja. La abundancia alimentaria ha permitido que diferentes familias y clanes se separen de las actividades de la agricultura, la caza y la pesca, con las que se le provee el alimento al yucayeque, y se especialicen en tareas artesanales, administrativas, religiosas, comerciales, militares y de gobierno (mediar conflictos, impartir justicia, pactar con otros yucayeques, etc.).

Las actividades artesanales crecieron, se diferenciaron, y llegaron a crear objetos de funciones utilitarias de importancia, y de niveles exquisitos de calidad estética. La cerámica reúne ambas dimensiones, y, aunque ésta se juzga como algo inferior a la de su predecesora (igneri), que representó el punto máximo de desarrollo de la cerámica caribeña, ofrece ejemplos de una producción variada, duradera, y de gran imaginación iconográfica.

Algunas familias se especializaron en el hilado y el tejido de objetos de algodón y maguey (naguas, redes para la pesca, cibucanes, hamacas, cabuyas, cestas. etc.). Muy pocos ejemplos de esta artesanía han sobrevivido, pero los cronistas registraron sus impresiones de que eran tan finos como cualquier cosa producida en España.

Otros elevaron el arte del tallado en piedra a niveles estéticos que impresionaron a los europeos, produciendo no sólo objetos de utilidad, como ralladores, morteros y majadores, sino sutiles elaboraciones en piedra como las figuras de tres puntas, conocidas como cemíes, esferas perfectamente redondas, y los intrigantes collares de piedra de aparente uso ritual.

Otros clanes se dedicaron a la producción de armas —hachas, macanas, arcos y flechas—tanto para la caza y la pesca, como para la guasábara (refriega, batalla).

Las familias y clanes que se dedicaban a la pesca dependían de las especializaciones de estos instrumentos de pesca, de los cordeles y redes, de anzuelos y potalas, pero, sobre todo, de las enormes canoas que asombraron a los europeos, y que se producían de una pieza de enormes troncos de ceiba.

Todas las actividades económicas alcanzaron tal complejidad y productividad que requerían de personas especializadas en su administración y manejo, y de otros que supieran combinar el conocimiento ritual y religioso con destrezas especiales en la lectura de los cuerpos celestes, el movimiento de los astros, la demarcación de las temporadas y el pronóstico del clima y la meteorología, que gobernaban las actividades de siembra y cosecha, y la presencia de los diferentes cardúmenes en los mares de Borikén.

Toda esa actividad comunal tenía que ser coordinada, manejada y gobernada de manera que el yucayeque pudiera crecer y prosperar, mediante la acumulación de bienes para el comercio, la guerra y la expansión territorial, y los pactos y alianzas con otros yucayeques y cacicazgos. Esa necesidad sentó las bases para el crecimiento de élites de diferentes tipos que llegaron a detentar el dominio sobre enormes poblaciones, grandes extensiones territoriales, y considerables recursos económicos.

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